Prospectiva y proferencia

De niño solía escribir. Fue un buen hábito que me acompañó hasta entrados los 20 años.

Luego comencé la universidad y, poco a poco, ese buen hábito fue quedando de lado. El hábito quedó relegado solo a pasajes de desengaños amorosos y crisis existenciales, momentos en que recurría al hábito como una forma de canalizar sentimientos y reflexionar.

Sentimientos. Primero los canalizaba, después los ponía en foco, los desmenuzaba y por último los analizaba. Finalizado el análisis casi siempre me encontraba con un escenario menos gris del que me había planteado al principio.

Cuando el viento sopla fuerte, nunca es bueno quedarse demasiado quietos. No si el plan realmente no es ese. Porque demasiada quietud lleva a la inacción, y la inacción supone un futuro donde nuestras influencias no tienen cabida. Las cosas pasan, con suerte solo las vemos pasar. Y la peor parte es que las cosas les pasan a los otros tanto como a nosotros.

Comentando una cita de Agustín Merello (CEO de Gillette Argentina, una actitud proferente supone un futuro donde el contexto nos determina. En términos de estrategia, para los escenarios así estructurados se analizan cuadros de situación del tipo "que pasaría si nosotros no hacemos nada".

En cambio, cuando trabajamos con prospectiva, con base en la proferencia y las variaciones canónicas, suponemos un futuro deseable. Así, el énfasis queda puesto en las acciones que tomaremos para modificar cada evento contextual. Adoptamos una actitud anticipativa y combativa a la vez.

Prospectiva. Ya no solo nos adaptamos al cambio, sino que somos nosotros quienes lo generamos.

Después de cinco años creo que tengo muchas ganas de volver a escribir. Pero ya no solo a modo de canalizar sentimientos, sino como un disparador para el aprendizaje colaborativo.

Es un verdadero placer darte la bienvenida a este Blog.